“EL LUNES EXISTENCIAL Y EL DOMINGO DE LA HISTORIA” BENJAMIN FONDANE

Por Javier O’Donnell, EL LUNES EXISTENCIAL Y EL DOMINGO DE LA HISTORIA

El lunes existencial y el domingo de la historia es un magnífico libro de Benjamin Fondane, a quien el régimen nazi envió a morir a Auschwitz.

Es curioso cómo ocurren estas cosas en la Historia, de forma desafecta, gradualmente, maquinalmente, casi sin pensar, con una total indiferencia.

El régimen nazi actuaba como lo hace en ocasiones la naturaleza: de forma irrevocable… Salvo por el hecho de que el hombre no es estrictamente una “bestia” y la naturaleza ataca a sus víctimas por necesidad. Pero un paulatino deterioro, una relajación de los valores, va transformando poco a poco el espíritu en una máscara que ya no encierra un verdadero rostro, sino que es ella, la máscara, la que ha ocupado el lugar de lo verdadero.

Hay en todo el texto de Fondane un espíritu que no nos abandona, y es a lo largo de éste como se manifiesta, de forma subterránea, entre miles de explicaciones y razonamientos. Es extraño como existe entre unos y otros filósofos una diferencia que no está en su capacidad o en su temperamento, ni en sus convicciones, -razón muchas veces de la Filosofía-, sino en su alma. Es el caso de Fondane, quien apela al existencialismo como forma de concebir la filosofía, frente a la filosofía especulativa de Hegel, y de toda la filosofía anterior a éste, remontándose a los griegos, también a los judíos y a su Antiguo y Nuevo Testamento. Es seguramente difícil para un filósofo que pretende dejar un corpus explicativo de su tesis, apelar a algo como la vida sin aferrarse a algo tan claro como el lenguaje. Existen sin duda para el lenguaje múltiples posibilidades, porque éste puede bucear en la historia desde el pálpito de un solo corazón, pero igualmente puede resultar árido para este mismo corazón entregarse a vivir tan solo de ideas. Por eso el existencialismo se sumerge en lo que para la conciencia no es sino una paradoja, pero para el existencialismo su razón de ser. La vida se vive desde la propia individualidad y así ocurre también con la muerte.

Ciertamente hay en el individuo aspectos universales, seguramente más que aspectos subjetivos, o por lo menos en igual medida, pero éstos solo pueden ser vividos desde la individualidad o no ser vividos en absoluto. Y si no pueden ser vividos, entonces ¿de qué sirve enumerarlos, sino es para fantasear con su existencia y desearlos o recrearlos nostálgicamente? Hay en la vida seguramente un gran dolor, un dolor universal de gran arraigo, que no se somete a la voluntad ni al pensamiento, pero que abre las puertas al sentido último de la existencia, es por ello que toda acción seria -que debe ser la acción del compromiso del filósofo-, radicaría en esta inmersión en la vida hasta el límite, no en la expansión sin limite del pensamiento que avanza a través del tiempo y que va sumando matices a una realidad que corre siempre paralela al mundo sumando nombres y cosas, pero nunca parándose en presencia de la belleza o del dolor humano.

Efectivamente, ante la potencia del conocimiento, la vida solo puede arrodillarse y apelar a esa otra visión asombrada e intimidada ante el horizonte que se estremece con cada nuevo giro de la inocencia, de la criatura o de las estrellas, ante las cosas que el pensamiento no ha creado. Aunque esta postura nos haga vulnerables, nos confiere también una certeza, la de nuestra propia naturaleza cuando la influencia de todo lo demás conserva una distancia porque ese espacio nos pertenece aunque desafíe toda forma de expresión, todo afán de resistir, de perseverar frente a todo o frente a todos.

Javier O’Donnell

FEBRERO 2020

Ficha del libro de Hermida Editores.

Puedes leer una muestra del libro aquí.

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