Apuntes para un autorretrato
Bernard Berenson, Editorial Elba, 2019
Por Javier O’Donnell, 13 de Febrero 2020
Durante mi lectura de este nuevo título de Berenson, no podía evitar acordarme de otro gran coloso de origen judío de talla universal, Michel de Montaigne. No es que ambos tuvieran nada en común por la vida que vivieron o el momento histórico en el que les tocó escribir. Pero sí me parecía que ambos compartían ese gusto por la experiencia que les convierte a ambos en grandes sabios.
Berenson se considera a sí mismo un gran conversador, frente a aquellos que le pudieran considerar un gran escritor. Pero como es bien sabido es un escritor notable, sobre todo porque todo lo que cuenta es interesante y además lo hace efectivamente como si mantuviera con nosotros una rica conversación.
Para nosotros, personas de la actualidad, hablar de una conversación nos resultará extraño, pues es un fenómeno que se da cada vez menos. Especialmente ese tipo de conversaciones que no pretende nada, una conversación entre dos viejos amigos en la que no media el interés o en la que el tiempo no es un factor relevante, sino que es el contenido de ésta el que se va conformando poco a poco en virtud de la escucha y atención que ponemos en ella y el afecto que naturalmente surge de construir un mundo íntimo a la luz de esa otra realidad pasajera que nos rodea. En el fondo parece que uno se refiere a ésta nostálgicamente como si fuera algo del pasado remoto o incluso algo que nunca ocurrió, porque un residuo inconsciente en la memoria lo impide, la sensación de urgencia, de que algo en nuestro mundo nos reclama insistentemente o nos llama a la acción, como a un soldado apostado en las trincheras.
Pero en el apacible relato de Berenson existe la sensación de que a pesar de haber pasado por tiempos enormemente revueltos con grandes amenazas para él, no hay en éste presencia de un gran desasosiego, al contrario, en su mirada hay una gran sabiduría, seguramente surgida del contacto con otras grandes figuras literarias o filosóficas que vinieron antes que él, o de la toma de conciencia de que hay una inteligencia y una dignidad que no se somete a los tropiezos del día a día sino que los integra y saca de ellos lecciones. Da la impresión de que al amar Berenson lo que hace, considera que en esa apacible marcha “todo suma”.
Y efectivamente en sus palabras hay infinitas anécdotas que se convierten en apuntes para una vida vivida con sentido. Será quizás también que en los amantes de lo clásico hay un eje desde el que pivotar y dar saltos de gigante de una época a otra sin perderse en esa maraña de accidentes desbordados que son el mundo de la alienación y el ruido. Lo cierto es que sumergirse en este libro es planear por la estética desde una mirada humilde, accediendo a una sabiduría difícil de lograr con esfuerzo, parece mas bien la construcción de un sueño de un hombre atento a los detalles de lo mas humano que hay en nosotros y del cuidado y afecto que emana de toda obra de arte mas allá de su secreta geometría.
En todo caso es éste un gran libro para disfrutar y aprender grandes y eternas verdades que acaso surjan como piezas arqueológicas de gran valor de entre nuestra cotidianidad gracias a que, como Berenson, aprendamos a mirar con una mirada reposada o a que seamos iluminados por la prosa de los grandes clásicos a los que sin duda Berenson ya pertenece.
Javier O’Donnell
Ficha de la editorial:
«¿Puede un mortal retratarse con palabras como quizás pueda llegar a hacerlo con tiza o carboncillo?», se pregunta Bernard Berenson en el prefacio de estas memorias, iniciadas en plena Segunda Guerra Mundial y que dio por concluidas apenas finalizado el conflicto bélico que sacudió Europa. Ésta será una de las obsesiones recurrentes de su escritura: comunicar una imagen a la vez representativa y consistente, tanto de su propia persona como de los acontecimientos del siglo de los que fue testigo. El resultado es una defensa apasionada de la vida vivida libremente, con las mínimas ataduras y con plena conciencia de las propias fortalezas y limitaciones, además de un canto a la belleza y a las virtudes humanas, no exento de críticas puntualmente feroces a la brutalidad de la que es capaz nuestra especie. En estos apuntes –un ejercicio de autoconocimiento raro en personajes con la notoriedad de Berenson–, que no llegaron a fraguar nunca en una autobiografía al uso, las anécdotas de carácter personal se entrelazan con su sagaz y singular visión de la historiografía del arte y el papel de connoisseur, así como de la idea de progreso que había sido el principal motor del continente desde el Renacimiento y que la reciente guerra puso seriamente en entredicho. Todo ello acompañado de una conmovedora reflexión acerca de la experiencia de envejecer y la inevitabilidad de la muerte, atravesada por la advertencia platónica de fondo: «La insuficiencia de las palabras para comunicar aquello que sentimos, pensamos o incluso sabemos a ciencia cierta».
- Colección:Elba
- Prólogo:J.F. Yvars
- Edición de:José Aranda y Clara Pastor
- Traducción:Clara Pastor
- ISBN:978-84-947966-2-3
- Nº de edición:1ª
- Formato:12,5 x 20 cm
- Páginas:240
- P.V.P.:22.00 €
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